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Reseña de “Barrio laberinto”, de Leonardo Ledesma

    El periodista y escritor Leonardo Ledesma Watson presenta “Barrio laberinto” (Alfaguara), su primer libro en solitario, un conjunto de cuentos, cuya publicación, planeada para inicios de 2020, fue postergada debido a la pandemia Covid. De corte realista urbano, el libro reúne diez relatos cortos ambientados en la Unidad Vecinal de Matute, barrio maestro de la juventud del autor, donde los personajes, en su mayoría niños y adolescentes, decretan su paso a cierta madurez espiritual al confrontar las hostilidades de un mundo signado por diversas caras de la violencia. 

 

La obra, sin embargo, puede separase en dos tipos de tratamiento narrativo. Por un lado, tenemos lo que podríamos denominar cuentos confesionales, los relativos a niños y adolescentes; y por otro, los que arman su complexión estética y lingüística de un modo observador, a veces impersonal, maniobrando con buen ritmo el suspenso y aquel juego ambiguo en la percepción realista de sus personajes y del lector. Empecemos por los últimos.

 

En “El fantasma de la Remington”, cuento premiado en el extinto concurso “Ten en Cuento a la Victoria”, apreciamos una afinidad de excelente factura con lo fantástico. Un personaje ve reflejada su soledad y quizá el principio de su locura en el tecleo de una vieja máquina de escribir, sin acertar los motivos precisos del ruido en su cabeza. Tanto el personaje como el lector se ven envueltos en una confusión que, aunque revelada, sostiene con pericia el relato. “El fantasma de la Remington” queda en evidencia como pieza clave de la posterior configuración del trabajo de Ledesma, puntualmente en los cuentos de El demonio camuflado en el asfalto, libro en coautoría con J.J. Maldonado, donde lo fantástico y el Sci Fi rigen la narrativa del autor. El mejor cuento del conjunto.

 

Destaca también el relato “El laberinto y la rabia”, un texto cargado de tensión delincuencial, que introduce nuevos códigos en la ley callejera, con personajes embebidos por el constante estrés de su ambigua jerarquía criminal. ¿Qué tan seguro es ser el “líder”? parecer ser la pregunta central del relato. Aquí el autor aprovecha la atmósfera oscura y nublosa del barrio para matizar la acción, aunque el hecho central se resuelve a una velocidad un tanto presurosa que declina hacia lo efectista y termina por quebrar de golpe la tensión. 

 

Es interesante el uso de la segunda persona del gramatical en la confección del relato “Se aceptan devoluciones”, el más corto del libro. Un texto de corte Ribeyriano, con un personaje explotado y humillado laboralmente, que sin embargo es capaz de dar el batazo directo y desmuelar al sujeto de su opresión.  

         

Hasta aquí lo que considero el punto fuerte del libro, no solo por la fuerza en sus historias sino, como mencioné, por la prefabricación del orbe personal del Ledesma posterior.

 

Los siete cuentos restantes, agrupados en lo que denominé confesionales, de iniciación, son a nivel narrativo y de exploración justamente eso, cuentos de un autor que inicia su navegación literaria. No obstante, de un narrador que muestra destellos de buena maquinaria en lo referente a ritmo, estructura, pero aún no de un lenguaje propio; es decir, buena materia prima de una pluma con luz a futuro, pero que, sin embargo, no había madurado todavía. El problema principal de estos cuentos (de niños y adolescentes), recae en su carácter poco sorpresivo —teniendo en cuenta su mundo de barrio peligroso explotable—, y el tono aleccionador, catequista de sus narradores. La amistad, tema recurrente, es presentada de una forma demasiado idealizada, que no hace más que contradecir el terreno fangoso que el mismo narrador pretende armar. O, por ejemplo, la solidaridad cuando alguien se deprime, como en el cuento “Odio el fútbol”.  Ojo, no refiero a que esto no pueda ser posible en un contexto real, pero, vamos, hablamos de literatura y no de un manual moralizante. Lo mismo ocurre cuando es tratado el tema del amor adolescente y la lucha del personaje por defender a su pareja, como en el cuento Eileen, donde leemos la frase: 

 

“Prometo que no volverá a pasar. Quizá no me pareció adecuado que nos tocásemos igual. Tocar a alguien sin su consentimiento no está bien, así otra persona te lo ordene o así seas más grande, ¿verdad?

 

Resulta difícil ubicar una frase así en un texto que procure el aguijonazo sensitivo en el lector acostumbrado al viejo, pero nunca infalible juego de la catarsis trágica, pues esto solo consigue debilitar por completo la fuerza del relato. A esto se suma la inferencia un tanto fatigosa del narrador en primera persona y su esfuerzo por explicar y reflexionar asuntos innecesarios:

 

“Como la mayoría de historias con cierto sentido, esta empieza por el principio.”

 

En otro cuento leemos:

 

“Voy a empezar por el principio. He de aclarar que estas no son mis historias, sino las de aquellos y aquellas de quienes me quedan recuerdos fragmentados.”

 

“¿A quién creen que eligió para dársela? Pues no se equivocan. 

 

Aquí el narrador hablaba de una carta cuyo amigo le encargó entregar a una chica. Resulta demasiado obvio.

 

En cuanto a lo estético, los cuentos (los siete restantes) fallan en estilo y en apostar por una oralidad demasiado pegada a la realidad. No solo aparecen palabras fuera de lugar en cuanto a contexto, sino también vocablos no creíbles ni comúnmente usados en los niños, tales como “marasmo”, “desgarbado”, “dentífrico”, “estocada”, etc; o incluso palabras ya enterradas como “palomilladas”, “vivaracho”, “babeando”, y expresiones acartonadas:

 

“Si esto no se detiene, se vienen años oscuros, muchachos.”

“pues ya se sabe la verdad de la milanesa”. 

“(…) para evitar que no tuviese ningún problema, me descarrilase o creciera torcido”.

 

Diálogos:

—Los de la U. Católica, pe.

—Ya aprendiste el pe.

—Obvio, microbio.

 

Pasajes que descuadran la narración al usar construcciones complejas, como: “pero no podía perder la oportunidad de convertir el instante en una hipérbola de historias itinerantes.”, y luego, de pronto, un “no seas gil”, dicho por el mismo narrador. 

 

“(…) el haber criado dos hijos que luego se convirtieron en hombres de bien.”, cuando después, el narrador cita: “mejor, huevón, esa flaquita te iba a traer problemas”, y “me la agarré tremendamente en la consabida borracha.”

 

Volviendo al lenguaje del libro en general, no termina por despegar de un suelo plano y a veces forzado, sobre todo en los cuentos confesionales. Se lee como una voz funcional, lejos de lo lírico.     

En resumen, si bien “Barrio laberinto” revela indicios de un buen narrador, considero que aquí ha faltado una buena edición y sobre todo una correcta selección de cuentos. A modo personal, cuando hace un tiempo supe del nombre “Barrio laberinto”, pensé encontrarme con esa materia tan bien lograda del cuento “El laberinto de la hormiga”, irónicamente publicado más de un año atrás, en el que leí a un Ledesma hecho, seguro en su campo narrativo, el cual espero pronto volver a leer.    

 

  

Ficha técnica:

 

“Barrio laberinto”, de Leonardo Ledesma

 

Editorial: Alfaguara 

 

Año 2021

 

166 páginas

 

Tapa rústica

2 thoughts on “Reseña de “Barrio laberinto”, de Leonardo Ledesma”

  1. Sin haber leído el libro puedo confirmar que al autor le falta edición y desprenderse del cariño que tiene a unas historias, no tan efectivas, para presentar una propuesta más consistente. Es por demás conocido, entre los que hemos accedido a sus cuentos previa publicación, que hay cierta necesidad de demostrar cierta intelectualidad, que no dudo que la tenga. Una muestra es que sucumbe a la tentación de abusar de ciertas figuras y palabras en sus historias, a pesar que no corresponden al escenario. Por cierto, ya que el cuento de “El fantasma de la Remington” fue premiado hace 7 años atrás, sería más productivo que fuese parte de las historias que debieron quedarse en el corte, viendo este libro como la oportunidad de mostrar todo lo que ha desarrollado en su estilo y no volviendo a algo que escribió en sus 20s.

  2. Gracias por tu comentario y lectura de la reseña. Como menciono ahí, pienso que el tropiezo ha sido más por parte de los editores del libro, quienes evidentemente no han hecho un buen trabajo de edición y sobre todo de selección de los cuentos. Por otro lado, como también menciono ahí, estos cuentos fueron escritos antes del libro en conjunto “El demonio camuflado en el asfalto”. Saludos.

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