En el pueblo de Corongo, donde las montañas se pierden en la neblina y los ríos susurran secretos ancestrales, ocurrió un suceso que nadie pudo explicar, pero que todos recordaron como si hubiera sido un sueño colectivo. Era un lugar donde el tiempo parecía detenerse, donde las campanas de la iglesia repicaban sin razón aparente y donde los muertos, dicen, caminaban entre los vivos cuando la luna estaba llena.
Una tarde, mientras el sol se desvanecía detrás de los cerros, llegó al pueblo un hombre extraño. Vestía un traje negro, ajado por el tiempo, y llevaba consigo una maleta de cuero que parecía pesar más de lo que debería. Su nombre era Ezequiel, o al menos eso dijo cuando se presentó en la posada de doña Yuliana, la mujer que conocía los secretos de todos pero que nunca los revelaba. Ezequiel tenía ojos profundos, como pozos sin fondo, y una sonrisa que no llegaba a sus labios. Dijo que venía de lejos, de un lugar que no aparecía en los mapas, y que buscaba algo que había perdido hacía mucho tiempo.
Nadie supo qué era lo que buscaba, pero desde su llegada, cosas extrañas comenzaron a suceder. Las gallinas dejaron de poner huevos, los perros aullaban en la noche como si vieran fantasmas, y los niños del pueblo empezaron a soñar con un hombre alto y sombrío que los perseguía por laberintos interminables. Doña Yuliana, que era sabia en asuntos de lo sobrenatural, dijo que Ezequiel no era un hombre común, sino un enviado de algún lugar entre el cielo y el infierno. Pero nadie le creyó, porque doña Yuliana también decía que las nubes hablaban y que los árboles tenían memoria.
Una noche, mientras la luna brillaba como un ojo vigilante, Ezequiel salió de la posada con su maleta y se dirigió al cementerio. Lo siguió en silencio un niño llamado Jacinto, que siempre había sido curioso y valiente. Desde detrás de una lápida, Jacinto vio cómo Ezequiel abría la maleta y sacaba una serie de objetos extraños: un espejo empañado, un reloj que no marcaba la hora, y una llave oxidada. Luego, el hombre comenzó a cavar en la tierra, justo al lado de la tumba de un hombre que había muerto hacía poco y del que se decía que había vendido su alma al diablo.
De repente, el viento sopló con fuerza, y las sombras parecieron cobrar vida. Jacinto sintió un frío que le heló la sangre y quiso correr, pero sus pies estaban clavados en el suelo. Ezequiel, sin volverse, dijo en voz baja: «No temas, niño. Solo estoy recuperando lo que me pertenece». Y entonces, del agujero que había cavado, surgió una luz tenue y un susurro que parecía venir de todas partes y de ninguna. Jacinto cerró los ojos, y cuando los abrió, Ezequiel había desaparecido, y la maleta estaba vacía.
Al día siguiente, el pueblo amaneció como si nada hubiera pasado. Las gallinas volvieron a poner huevos, los perros dejaron de aullar, y los niños no tuvieron más pesadillas. Pero Jacinto nunca olvidó lo que había visto, y aunque trató de contárselo a los demás, nadie le creyó. Doña Yuliana solo sonrió y dijo: «Algunas historias no son para ser contadas, sino para ser guardadas en el corazón».
Y así, el misterio de Ezequiel quedó enterrado en la memoria de Corongo, como un sueño que nadie podía explicar pero que todos sentían que había cambiado algo en el aire, en el agua, en la tierra. Y tal vez, en algún lugar entre la realidad y la fantasía, Ezequiel sigue buscando lo que perdió, en un pueblo donde el tiempo se detiene y los muertos caminan bajo la luna llena.
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Sobre el autor
Hernan Mijail Sandoval Quispe
(Trujillo, 1976) Poeta, cuentista e historiador e investigador de las culturas originarias. Maestro en Auditoría y Gestión Pública por la Universidad Católica de Trujillo Benedicto XVI. Licenciado en Administración por la Universidad Privada del Norte. Tiene poemas titulados Añoranzas (2015), Campos de Corongo (2018) y Cantos en Huampami (2020). Ha participado en el 7 Bienal de cuento para niños ICPNA (2016). Antología de cuentos de terror – Travesía Nocturna (2023). Concurso Público de composición de la letra del Himno a la región La Libertad (2024). XI Bienal de poesía infantil ICPNA (2025). Microrrelatos Bibliotecuento (2025).
