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Canción sin nombre: La constante realidad monocroma

 

Escrito por Aarón Alva

 

Estrenada hace unos días en la plataforma Netflix, Canción sin nombre, obra inicial de Melina León, versa en principio sobre un tema que, al parecer, está lejos de cerrarse con éxito y concordia en nuestro país: la igualdad de… casi todo. 

 

Hace poco leí en el libro “Residuos del insomnio” de Juanjo Fernández la siguiente frase: “Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”. Triste y grotesca verdad, tal como la situación que vive Georgina, protagonista del filme. ¿Es realmente tan difícil contar con el brazo de la ley cuando a una madre le roban a su hijo recién nacido? La respuesta está más arribita, en la frase del libro mencionado. 

 

Ambientada en 1988, la historia contiene un disparador simple: el robo de una recién nacida. Lo complejo (injusto) viene a colarse cuando nos enteramos quién es esta madre, cuál es su condición socioeconómica y cultural, su nombre, y si tiene o no libreta electoral. Negada del auxilio de la ley es que Georgina (interpretada por Pamela Mendoza Arpi) empieza su propia búsqueda, acudiendo así a tocar la puerta de otro organismo no menos corrompido: la prensa. Sin embargo, es aquí cuando la dirección de los hechos la conecta con Pedro (Tommy Párraga), un periodista también inmerso en una búsqueda, aunque en su caso se trate de una más íntima, ligada a la identidad sexual. Ambos personajes son todavía jóvenes y su travesía de esperanza parece ir alumbrando pistas muy fiables y objetivas sobre su meta final. Pero es entonces cuando irremediablemente les llega el momento de revelación: Bien, descubrimos a los culpables. Y ahora, ¿qué podemos hacer nosotros contra ellos? La respuesta recae en la recurrente leyenda de los desamparados: contemplar y dar un paso al costado. ¿Hasta cuándo? 

 

“¿Por qué no ve el problema desde otro punto de vista — le dice un senador a Pedro— ¿Se imagina qué futuro hubieran tenido esos niños al lado de sus madres? Ellas no podrían darles absolutamente nada.”

 

 

Uno de los puntos más destacables en Canción sin nombre, es la excelente fotografía, realizada por Inti Briones. Los juegos de enfoque y coloración consolidan casi magistralmente la esencia del filme. Pensamos, por ejemplo, en la escena del parto. Ni Geo ni nosotros estamos permitidos de ver por al menos un mínimo instante el rostro de la recién nacida. No existe, no tiene nombre, no tiene rostro. Otra toma, de mejor acabado, es cuando vemos a Geo, del otro lado de la puerta de la supuesta clínica, gritando por su hija. Aquí los dos momentos citados: 

 

 

 

La música, compuesta por Pauchi Sasaki, interviene con sobriedad y precisión. Sin recurrir a gran número de instrumentos, se enfoca en un minimalismo que guarda cierta afinidad con la música de Gustavo Santaolalla, dándole un toque moderno. Acompañan también otros temas del registro popular peruano, como valses, piezas folclóricas y temas de música Chicha.  

 

En resumen, Canción sin nombre llega como un bucle más al listado de películas de temática social peruanas, cuya fuerza de cambio busca colorear el retrato monocromo que vivimos a diario. Desde aquí le deseamos a su directora y a todo su grupo de trabajo buena suerte en los Premios Oscar. 

 

Sobre Aarón Alva Hurtado:

(Lima, Perú. 1987). Licenciado en la especialidad de guitarra por la Universidad Nacional de Música. Se ha presentado en diversos escenarios de Lima y provincia como solista y miembro de distintos elencos. Así mismo, ha sido premiado en concursos de guitarra clásica a nivel nacional. Como profesor, fue parte del staff de maestros del Newton College durante el año 2015, y actualmente tiene a su cargo el taller de guitarra del colegio Héctor de Cárdenas, así como también el taller de guitarra de la universidad ESAN. Se desempeña como maestro de clases particulares a través de la Asociación Suzuki del Perú, de la cual es miembro activo. Desde el año 2018 integra el Ensamble de Instrumentos Tradicionales del Perú, a cargo del Maestro Wilfredo Tarazona. Paralelamente a su trayectoria musical, ha publicado los libros de cuentos “Cuentos ordinarios” (2017) y “El enigma de la silla rota” (2018). Actualmente, es editor y redactor del medio cultural Cuenta Artes.

Sitio web: https://aaronalva.com

Instagram: @aaron.alva.52

 

 

 


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