Por: Aarón Alva
El último sábado por la noche presenciamos la obra La Caída, dirigida por Italo Panfichi y Mónica Vergara, en el teatro de la Alianza Francesa de Miraflores. El elenco, conformado por Flavia Santillana, Robert Julca, Mónica Vergara y Mauricio Coronado, interpreta una pieza distópica que refleja la condición humana en tiempos de crisis, donde la única esperanza de reconstrucción radica en unir fuerzas a pesar de las diferencias, algo que aún parecemos estar lejos de lograr como especie. La puesta en escena cuenta con música en vivo a cargo de Magali Luque.
Puede decirse que la obra inicia desde el ingreso del público al teatro. Mientras la audiencia ubica sus butacas, un recipiente recolecta residuos de agua que caen desde lo alto del escenario, dando la sensación de un desastre en espera de reconstrucción. Y, en efecto, una voz da inicio a la función relatando la caída de la civilización a causa de un cataclismo.
A partir de allí, no asistimos a una “historia” en el sentido tradicional, sino a episodios protagonizados por personajes —muchos de ellos en solitario—, cuyas personalidades se exhiben mediante movimientos corporales, gritos, soliloquios y danzas en un espacio inerte donde la supervivencia parece ser sinónimo de violencia. La música cumple un rol fundamental mediante el uso de pasajes atonales, ruidos y cantos que, cual espíritu de otro protagonista, anhela la estabilidad en un mundo aparentemente incapaz de ofrecerla.
Los personajes, cargados de soledad, locura, gula, violencia, egoísmo, deambulan como fantasmas hambrientos, ignorando el agua en el recipiente, como si desatendieran una fuente idónea no solo para restaurar su vitalidad, sino también su sentido de comunidad y de compartir. Es entonces cuando una voz relata el deseo de vuelo de los dinosaurios y se pregunta por la naturaleza del gen que hizo posible su evolución durante miles de años. ¿Qué tiene esto que ver? Pues se formula otra incógnita: si los dinosaurios desearon volar para evolucionar y sobrevivir, ¿qué debe hacer la humanidad?
La respuesta planteada por la obra es simple: beber el agua en conjunto. Es allí cuando los personajes toman conciencia de ello y beben, para luego reunirse y acompasar su respiración. Es también entonces cuando la música se transforma en un contrapunto de voces que no compiten entre sí, sino que juntas generan armonía.
Un aspecto puntual a mejorar es la iluminación, que en una escena resulta excesivamente brillante y llega a incomodar al público. Por lo demás, en los planos medios y oscuros, sobresaliente.
En resumen, una obra destacada, que explora a la humanidad en tiempos de crisis mediante un lenguaje crudo y poco convencional, sólido y directo en su propuesta. La Caída se presentará hasta el 02 de agosto en el Teatro de la Alianza Francesa de Lima
(Av. Arequipa 4595, Miraflores), de jueves a sábado a las 8:00 p.m. Entradas en Joinnus.
