Por: Aarón Alva
A fines del año pasado, la editorial Octógono publicó Sube el volumen: Rock y Sociedad 1980-2019 Lima, Perú, un importante texto sobre el desarrollo del rock en la capital peruana a través de procesos sociales que guiaron su identidad. La obra se divide en una introducción y cinco capítulos trabajados por Mauricio Flores, Ernesto Bernilla, Fabiola Bazo, Mariano Vargas, Gerardo Silva, y Kamilo Riveros.
A manera de introducción, se presenta un resumen histórico del nacimiento del rock en los países de habla inglesa, pero sobre todo de cómo la industria musical fue diseñada de acuerdo con el modo de vida juvenil de mitad del Siglo XX. Precisamente, fueron los jóvenes el foco de su mercado, lo cual encaminó un consumo mundial de música rock desde la industria estadounidense. En nuestro país, la historia no fue muy distinta. La música rock, importada de los Estados Unidos, logró una fuerte aceptación en la juventud peruana, y no solo propició la la creación de grupos locales, sino también el fomento de un estilo de vida y cultura derivada del producto rock. Por supuesto, dicho encuentro de culturas estuvo medido por la realidad local, principalmente la capitalina, cuyo contexto de entonces enfrentaba temas sociales, como la migración desde el interior, hasta los episodios de violencia ocurridos en los años ochenta.
El primer capítulo, titulado Anarquía y Rocanrol: Rock subterráneo en la Lima de los años ochenta, escrito por Fabiola Bazo, aborda el proceso rockero local desde un ámbito social. En una época congestionada por la violencia política, eran pocos los rockeros “oficiales”, ante lo cual surgieron distintas propuestas alternativas, casi todas autogestionadas en cuanto a grabaciones y adquisición de instrumentos. Además, su propuesta estética y el “mensaje” que buscaban transmitir era el de una sociedad sin distinciones, con igualdad de oportunidades y que abogara por la libertad individual y colectiva. De esta escena destacaron grupos como Guerrilla Urbana, Autopsia, Leuzemia, Narcosis, entre otros. La movida subte vio su ocaso a inicios de los años noventa a raíz de los cambios sociopolíticos acontecidos.
En De todas las razas y de todo color: la configuración del circuito rockero en El Agustino, texto de Mariano Vargas, se expone la escena rock del distrito de El Agustino, el cual tuvo un papel muy importante para los grupos autogestionados y que, gracias al recordado festival Agustirock, promovió la aparición de importantes bandas locales. La gestión del colectivo G.R.A.S.S (Grupos Rockeros de El Agustino Surgiendo Solos) fue un claro ejemplo de cómo autogestionar una movida cultural musical.
El tercer capítulo “Chiqui-Punk”: La historia del Punk Melódico Peruano (1996-2016), entrega de Gerardo Silva, sitúa el punk juvenil de finales de los 90´s. Pertenecientes a una generación y clases sociales distintas, el llamado punk melódico vio sus raíces en jóvenes cuyas preocupaciones eran distintas a las de sus predecesores ochenteros. Influenciados por las bandas californianas, la nueva generación de músicos punk también fue en parte autogestionada, pero tuvo un alcance masivo importante en la juventud limeña. Desde bares en Barranco hasta conciertos multitudinarios, el punk melódico marcó una etapa donde la música experimentaba no solo nuevas estéticas, sino también nuevas formas de adquisición y sobre todo de comunicación entre grupos y oyentes. Destacaron bandas como Asmereir, Dalevuelta, 6 Voltios, etc.
Continúa el capítulo Los ruidos profundos: Apuntes sobre los viajes de la cumbia por los circuitos del rock en Lima, de Mauricio Flores y Ernesto Bonilla. El texto estudia principalmente la fusión entre la música rock y la cumbia peruana. Si bien esto no es un hecho nuevo (desde los años 80´s Micky Gonzáles y el mismo Daniel F experimentaron con dicha fusión), es en las últimas décadas donde se aprecia una mayor aparición y difusión de bandas que apuestan por aquella propuesta estética. Agrupaciones como Bareto, Olaya Sound Sistem, buscaron un sonido que emparente ambos géneros y enrumbaron su música a distintos estratos sociales. Por supuesto, se resalta también a la chicha como uno de los primeros géneros que mezcló el rock foráneo con géneros tropicales locales, el mismo que derivó en las vertientes actuales relacionadas a la fusión.
El libro cierra con el capítulo Desde la escena para la escena (1990-2019): Cambios y continuidades en los circuitos musicales de Lima en el contexto de la masificación de rock subterráneo y la profesionalización de la autogestión. En él, Kamilo Riveros repasa las mencionadas décadas desde su experiencia personal como oyente y agente activo en la movida musical, citando no solo a grupos musicales, sino también a acciones y eventos impulsados por parte de las autoridades locales en favor del rock y demás géneros, así como medios de difusión masivos.
Sube el volumen representa un valioso aporte, no solo al estudio del rock peruano, sino también a la comprensión de nuestra sociedad e identidad local a través de aquel género musical. Invitamos a los lectores, melómanos y público interesado a darle una leída.
Libro recomendado.
Ficha técnica:
Sube el volumen: Rock y Sociedad 1980-2019 Lima-Perú
Editorial: Octógono
311 páginas
Tapa rústica
Descubre más desde Cuenta Artes Revista digital cultural
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.