Por: Aarón Alva
En el marco de la última Feria Internacional del Libro de Lima, el periodista y escritor Bruno Cueva presentó su libro de cuentos Penúltima esencia, publicado por la editorial SpeedWagon Media Works. El conjunto trabaja el género de la ciencia ficción, donde la tecnología juega un papel crucial, más no salvador para la humanidad. Con un estilo elaborado y, por momentos, elegante, Cueva esboza personajes cuyos fines de exploración y búsqueda están guiados por un instinto obsesivo, casi animal, en tiempos de modernidad, como en el cuento que titula el libro. A su vez, el autor sondea los peligros de la psique y el delirio de poder y consumo (en La tierra hueca y Jane), riesgos potenciados por la contemporaneidad, que de un modo u otro derivarán en una catástrofe global.
Al respecto, conversamos con el autor acerca de su obra y el contexto actual de la ciencia ficción en el Perú.
Es tu primer libro, pero durante varios años publicaste cuentos en revistas y antologías. ¿Qué te motivó a presentar una obra propia?
La verdad, la motivación de presentar un libro solo con mi nombre se mantuvo desde que escribí mi primer texto, El fauno de la oscura Menniger, en la Revista El Bosque de San Marcos, un lejano septiembre del 2014. Lo que sucede es que antes de lanzarse en cohete a la estratósfera literaria del Perú, uno debe ir aprendiendo cómo funciona ese mundo. No me gusta ser aconsejado solo por el entusiasmo, soy extremadamente analítico, a veces enfermizo. Todos estos años, desde el 2014, he estado analizando pros y contras de publicar un libro de ficción y estudiando —o leyendo, que es lo mismo— planteamientos de voces en relatos, estilos de autores clásicos, prosas vanguardistas. Luego, a partir del 2016, empecé a asistir a talleres de autores renombrados como Marco García Falcón, Carmen Ollé y Cronwell Jara. A mí no me motiva ser famoso (y es respetable si otros piensan lo contrario); mi motivación parte de creer de que el lector reflexionará al consumir mis historias y que se diga a sí mismo “este escritor me ha hecho replantear la visión de la realidad”.
Por lo general, la generación Millenial no tuvo mucha flexibilidad en las lecturas escolares, ¿cómo nació tu interés por la Ciencia Ficción? ¿Una rebeldía?
¿Rebeldía? Diría que no. Es cierto que en el colegio leía por imposición, no por curiosidad. Dejé de leer cerca de 10 años cuando abandoné Un mundo para Julius a la mitad. Y no es que sea una mala obra, sino que el plan lector no iba acorde a los intereses de mi edad. Por ese error fundamental, a la gente se le vuelve pesado el desafío de enfrentarse a una novela o cuentario. Si desde chicos no leemos lo que enciende nuestra llama interior, difícilmente de grandes consideremos construir una biblioteca de al menos 10 libros. Eso me da pena e ira porque esos niños o adolescentes jamás sabrán lo que están perdiendo: la capacidad de conversar con autores de cualquier época, penetrar en todas sus dimensiones, movernos por los callejones de sus mentes. La ciencia ficción llegó a mí con el libro El fin de la infancia, de Arthur C. Clarke. Cuando terminé la utopía, me pregunté si alguien me había estado ocultando a ese señor durante mi vida. El mismo día que conseguí comprar El fin de la infancia, le di la oportunidad a Fluyan mis lágrimas, dijo el policía de Philip K. Dick y La isla del Doctor Moreau de H.G. Welles. Al terminar de leer ese primer tridente, me sobrevino una revelación: “¿He estado perdiendo mi tiempo al no conocer a estos creadores antes?”.
En tus cuentos se percibe la obsesión humana por buscar respuestas, aun cuando el Novanet (Inteligencia Artificial del libro) advierte a un personaje de abstenerse en su búsqueda. ¿Consideras que las posibilidades y teorías modernas actúan a favor de la humanidad? ¿O, más bien, alimentan su obsesión?
A la gente le importa cada vez menos quitarse el antifaz de los ojos para saludar a la realidad. Con el auge brutal de la tecnología, cada ámbito de la vida se está automatizando. Es momento de preguntarnos si necesitamos absolutamente todo lo que nos ofrecen, si en verdad los empresarios son embajadores del Vaticano que oran por nuestro bienestar y nos entregan productos con el fin de hacernos felices porque la filantropía se alberga en sus corazones. Precisamente, mi primer cuento es el diálogo entre un capitán curioso de una nave casi a la deriva y personas que se han unido a aceptar a la muerte como destino. No les remueve los sesos enterarse de si el universo es producto de una mano divina o del azar. Es una paradoja detenernos en pensar que cada vez hay más información flotando en la red, pero, en paralelo, cada vez nos conocemos menos. Vamos volviéndonos extraños.
Presentas a la ciencia ficción y los avances tecnológicos como un elemento que muchas veces sobrepasa el control humano. Me recuerda a la política. Todos esperan algo de ella, pero solo parece funcionar dentro de un idealismo teórico. ¿Compartes esta idea?
Los avances tecnológicos no resultan ser malos per se, el problema radica en quién los utiliza. Por ejemplo, yo ya había anticipado que el ChatGPT iba a comandar las estafas modernas. El poder en manos equivocadas pone el foco en la herramienta y no en la mano que la activa o blande. Instagram puede seducirte para colocar fotos de tus hijos, porque, tal vez, tuviste una subida de adrenalina con los likes; buscaste esa satisfacción en la red, pues no la capitalizaste en el trabajo o en tus proyectos. Pero sabes que los hampones están al acecho y les encanta que reveles tu entorno personal. Ya es decisión de cada quien.
Tu cuento La Tierra hueca está ambientado en Perú. Una distopía en la que el Novanet se muestra indiferente ante la posible extinción humana y promueve el consumismo inescrupuloso. ¿Crees que la IA se revele pronto, como se sugiere actualmente?
No me creo ese cuento. En todo caso, si la IA en algún momento demuestra comportamientos sospechosos, den casi por hecho que habrá una empresa o grupos humanos detrás.
También exploras los límites de la psique humana. En el cuento Jane, vemos a Philip K. Dick atormentado por su obra y la pérdida de un familiar. ¿La creación literaria puede convertirse en un tormento que intenta reemplazar otro más profundo?
Hace un par de años, vi dos documentales de Philip K. Dick: uno transmitido por el canal Infinito y otro que se llama Más ciencia que ficción: cuestión de realidades, de TVE-2. Ambos me atraparon por completo, pero hubo un detalle que conectó más con mi historia. Yo no veía a mi hermana desde la adolescencia. Dick perdió a la suya ni bien nació y esa efigie femenina lo persiguió hasta sus últimas horas. Inclusive, se especula que Rachel Rosen, una replicante de Blade Runner, fue un personaje inspirado en Jane Dick. Fue más un ejercicio literario que una catarsis. Quise probarme a mí mismo, aventarme a mezclar ciencia ficción con lo fantástico y un poco de intertextualidad. Jane es el último cuento de mi libro y uno de los que mejores comentarios ha recibido desde su primera versión.
En un país con fuerte arraigo realista en la literatura, ¿qué requiere el escritor de ciencia ficción para llegar al público y, por qué no, establecer una tradición?
Requiere un trabajo furibundo de difusión. Hay mucha gente que cuando le dices “ciencia ficción” la relaciona a espadas láser y extraterrestres, no tanto a miradas críticas hacia el futuro. Si bien el panorama de la sci-fi peruana está en transición —una un tanto auspiciosa—, recién hemos iniciado el camino. Yo no puedo creer que en los colegios no se lea a Bradbury, H. G. Wells, Dick, Clarke, Asimov, Úrsula K. Leguin.
¿Qué posibilidades te brinda la ciencia ficción en relación con otros géneros?
Te lo respondo así. Imagina que en un cuento una bala sale despedida de una pistola. Con una seguridad del 99%, dependiendo del contexto y situación, yo puedo anticipar dónde va a caer esa bala y en qué momento de la narración se describirá el impacto; en cambio, en un cuento de ciencia ficción esa bala me va a causar intriga porque podrá ser solo un truco ilusorio de un personaje apenas detectado en la lejanías; o la fiel prueba de que la gravedad dejó de funcionar para los proyectiles —la bala nunca cae—; o, estimulando aún más la imaginación, podría tratarse de la guarida de una criatura que, una vez superada la barrera ósea o muscular, le consume los intestinos a la víctima.
Próximos proyectos.
Estoy escribiendo una novela de ciencia ficción desarrollada en Sudamérica. Pasada la Guerra Bacteriológica con Pulgas Radiactivas, el Resto de la Tierra obedecerá a un régimen que busca algo en los humanos a cambio de su bienestar temporal y en el que el presidente jamás ha dado la cara. Calculo que la acabaré en diciembre. Avisaré cualquier novedad.
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