Maria Emma Mannarelli y los estudios de genero en el Peru de Helard Fuentes Pastor
Artículos Entrevistas

María Emma Mannarelli y los estudios de género en el Perú

Por: Hélard Fuentes Pastor

María Emma Mannarelli no se ufana de ser una de las académicas más importantes de la historia de la mujer en el Perú. Por el contrario, con esa actitud hogareña, se muestra prudente y receptiva al nuevo conocimiento, a las transformaciones sociales de este tiempo, encontrando una posibilidad para su quehacer profesional en calidad de historiadora. Actualmente, luego de más de una decena de títulos publicados, en los cuales se percibe su mirada juiciosa y observadora, la autora peruana ha encontrado en los estudios de género una razón importante para la investigación y docencia.

— ¿Cómo estás María Emma?, ¿cómo te encuentras?

— Hélard, bien. Muchas gracias. Para mí, venir a Arequipa, siempre es grato y es bueno intercambiar ideas…

— Ahora que mencionas el reencuentro, tengo una curiosidad: ¿cuántas veces has visitado Arequipa?

— No las he contado, pero la primera vez que vine eran los años 70 y me fui a una pelea de toros en Cerro Juli. Ese es el recuerdo más intenso que tengo. Después, regresé al Colca, que también es maravilloso, estuve en los archivos, fui a la feria del libro. Siempre para los eventos importantes personales e institucionales, que me permite encontrarme con gente como tú, con Andrea Valentina Calderón, con Ana María Portugal —una gran amiga mía a la que le debo mucho—, Adriana Cabrera, Patricia Salas —quien comentó de una manera tan creativa y emocionante, mi libro: “La domesticación de las mujeres” (La Siniestra, 2018)—. Siempre estoy lista y dispuesta a venir a Arequipa.

— Para nosotros es un placer recibirte. Creo que las ciudades tienen que vincularse, integrarse, y es un proceso que estamos viviendo, sobre todo, por la globalización. ¿Cuéntanos qué tan difícil resulta estudiar a la mujer en el Perú?

— Creo que cada vez ha sido menos difícil. Al inicio era cómo decir: ¡más fuentes! Esa actitud de inferioridad: si es un género menor o no es trascendente, entonces muchas mujeres, incluso hombres, se inhibieron de entrar al terreno de la historia de género, de la historia de las mujeres, ya que les parecía insurgente, o, cómo entrar a un espacio donde los protagonistas eran menos valorados, por lo tanto, tú también ibas a ser menos valorada en tu calidad de intelectual, académica, creadora, escritora… Muchas preferían ni verlo. Se percibió como un interés menor, de gente que no tenía el prestigio y era considerado —aparentemente desde la historia tradicional— “hacer historia” de grupos no relevantes. Tampoco hubo espacio en las universidades: uno publicaba, se especializaba en esa área y después, ¿quién te contrataba?, ¿qué curso dictabas? No había. Ahora sí hay. En San Marcos, por ejemplo, tenemos historia de género, antropología de género, tanto en el pregrado como en posgrado, hasta maestrías. Hoy es menos complicado, y, aunque se puede retroceder por desgracia, son más los logros.

— Hay más apertura…

— Si, más centros de trabajo para cuestiones de género y hemos ido conquistando más fuentes de financiamiento… Hay que seguir peleándola.

La profesora de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, también ex directora de la Biblioteca Nacional del Perú, sostiene que han existido limitaciones, de allí la importancia de impulsar estudios que se aproximen a comprender cómo las mismas mujeres, históricamente, perciben su realidad. La doctora nos dice que los estudiosos pueden encontrar en las crónicas una fuente excepcional, asimismo las visitas coloniales, “la información de los archivos arzobispales, registros de bautizo, de matrimonio, de defunción, los censos para ver estructuras familiares, dimensiones de la familia, tasa de fertilidad, de mortalidad”. Todo ello depende de la época.

— Esas fuentes son como oráculos, responden a preguntas. Sí uno no hace preguntas sobre las mujeres, entonces las fuentes no dicen nada —señaló de forma reflexiva—. Eso sí, hay que reconocer que, en comparación con los hombres, han estado ajenas a la escritura y han tenido menor posibilidad de dejar su propio testimonio.

Un claro ejemplo que cita son los juicios de alimentos, reclamos de herencia, reconocimiento de legitimidad, donde las mujeres se han manifestado a través de los varones que actuaban como jueces, notarios o escribanos. Ahí, María Emma, encuentra un desafío metodológico:

— De hecho, las mujeres, hay que distinguir que son representadas por los hombres, tenemos muchas representaciones, pero escritas por hombres con proyección de sus temores, deseos, “las mujeres son así, son asá”. Hay que ser muy críticos con el análisis de esas fuentes (…).

— Cuando Víctor A. Belaúnde escribió sus memorias sobre Arequipa, de forma implícita, dio a conocer la situación de la mujer entre fines del siglo XIX y principios del XX, y al momento de describir a las señoras de su tiempo, les asignó ciertas cualidades artísticas, pero sobre todo, como esposas “de”… del abogado, del magistrado, del médico, del militar. He ahí una clara referencia de lo que nos compartes, María Emma. ¿Cómo ves a la mujer de este tiempo? ¿Está empoderada? ¿En qué nos falta trabajar?

— Hablando de Víctor A. Belaúnde, ahora que lo comentas, volveré sobre esa lectura. Ahí es cómo los hombres ven a las mujeres y no necesariamente cómo eran. Obviamente que esas señoras eran esposas, lo interesante es cómo Belaúnde las representa. Esas son las mujeres que existen, las del parentesco, y fuera del parentesco, no hay nada. Eso es lo que ha perjudicado su experiencia histórica. Cuando todo es parentesco, ellas son hijas, madres, hermanas, pero no son mujeres y propiamente ciudadanas, por eso la extensión de los sistemas de parentesco ha perjudicado su independencia y autonomía. En sociedades donde el parentesco es un requisito para acceder a recursos políticos, simbólicos y materiales, la vida de las mujeres está en peligro, porque cuando no cumplen con ser un canal de acceso a ese recurso son castigadas y el castigo extremo es el feminicidio, una forma de odio que tiene que ver con la intolerancia. Somos blandos para algunas cosas; pero cuando se pone una intención o nuestras fuentes de gratificación, de disfrute o de acceso al poder, convertimos al otro en un ser odiado, y, los hombres no tienen espacio psíquico, emocional, interno, para mujeres diferentes. Ese es un problema para las relaciones, el vínculo, el respeto y para tolerar a un distinto. Todas las fobias vienen por ahí. Somos seres limitados.

— ¡Altamente prejuiciosos!

— Prejuiciosos, limitados y miedosos. El miedo incuba esa rabia que se proyecta contra las mujeres que no quieren estar con hombres, que quieren vivir su vida o que quieren escoger. Antes, la subordinación, las volvía proclives a someterse a ciertas reglas externas y no a la opción personal, o sea, el deseo femenino no existía. Apareció el deseo femenino, y, también, apareció el feminicidio.

Una tarea pendiente es actuar contra los prejuicios y la discriminación. Mannarelli no duda en señalar que las relaciones entre hombres y mujeres han estado vinculadas a la sexualidad y aquella al poder. De este modo, considera que dichos temas se deben discutir de manera pública a fin de transformar una situación peligrosa y amarga para el país: “tiene que ver con el cuidado, la consideración y muchas otras actitudes hacia nuestro entorno en general”.

*Adaptación de entrevista grabada realizada en el año 2019 para “Té para tres” de Guíame Sur.

 

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