Reseña: La Canción de Apolo
Reseña de: Aldo Bejarano.
Se puede decir que el amor ha tenido el mismo significado desde siempre y al mismo tiempo que no, principalmente por sus diferentes y variadas formas. Sin embargo, no es viable calificar como iguales al amor fraternal y al romántico, al amor platónico como al sexual o equiparar cualquier tipo de amor con la inquieta obsesión. No obstante, se puede coincidir en significar al amor como la necesidad de una conexión sentimental con otro o consigo mismo. Esta última idea está presente en la historieta japonesa o manga del que toca hablar: La Canción de Apolo.
Llamado en su país de origen como Apollo no Uta, es un manga publicado durante 1970 en la revista semanal, Shonen King. Fue escrito y dibujado por Osamu Tezuka, autor japonés considerado el más influyente dentro de la industria del noveno arte en Japón, cuyo trabajo le valió el calificativo de “el dios del manga”.
La trama se centra en Shogo Chikaishi, un joven internado en un centro psiquiátrico por su tendencia a matar animales cuando estos muestran algún signo de afecto entre ellos. Es en este lugar donde es sometido a terapia por electrochoque, causándole una experiencia extracorpórea que lo “transporta” a un templo griego en donde conoce a Afrodita. Ella, indignada por sus actos, aún luego de conocer su funesto pasado, lo condena a un proceso de muerte y renacimiento en diferentes períodos de la humanidad, como si fueran sueños hasta comprender el significado y valor del amor.
Sin caer en spoilers, esta historia muestra mucho de lo que su autor pensaba por entonces sobre la naturaleza humana, la juventud japonesa y, por supuesto, de su propia relación con el amor. Las vivencias de Shogo lo reflejan de ese modo, pues el citado protagonista representaría a la juventud japonesa de finales de los 60s, momento en que las manifestaciones estudiantiles estaban a flor de piel y no terminaban de manera pacífica. Al igual que Shogo, dichos movimientos vivían desilusionados de cara al futuro, a causa de la clase política, supuestamente encargada de su bienestar, por lo que deciden tomar acciones rebeldes, algunas muy cuestionables, en busca de una solución.
Cabe agregar que otro aspecto social tomado de la época fue el tratamiento de los desnudos y escenas de sexo presentes en el manga. Actualmente estas podrían calificarse de “infantiles”, sin embargo, en su momento rompieron muchos tabús y, a diferencia de obras gratuitamente morbosas por ese entonces, dicho elemento cobró un papel relevante en las relaciones dentro del argumento.
Este manga se divide en tres historias conectadas a una principal que evidencian el mensaje de Tezuka acerca de grupos en apariencia inhumanos, así como del modo universal en que funcionan las relaciones interpersonales, incluso en contextos distintos. La primera historia versa sobre el amor en tiempos de guerra. En ella se revela lo imposible que es para el corazón no sentir algo por los demás, aun tratándose de enemigos, además de algunos comentarios respecto a la inutilidad del conflicto para el progreso de unos pocos. La segunda historia exhibe al humano moderno y su condición, en contraste con el vacío de maldad en los animales, a pesar de estos tener raciocinio. En la tercera, de mayor complejidad en relación a las previas, se refleja el impacto de las acciones del hombre en su avance tecnológico, y el transhumanismo desde un enfoque romántico. Por último, se observa a la cuarta historia, separada del resto por ocurrir en tiempo real mientras Shogo está consciente. Aquí aparecen otros personajes relevantes, como el doctor encargado de cuidarlo, el cual podría representar una auto inserción del mismo Tezuka dentro de su obra, con el fin de cuestionar las acciones del protagonista y la juventud de su época. Otro caso sería Hiromi, un personaje motor que personifica el mito aludido en este relato. En él se examina si Shogo alcanzó el aprendizaje del amor en sus vivencias, dando como resultado cierta ambigüedad en el sentimiento a largo plazo: lo bello y lo miserable.
Quizás un punto flojo en la construcción narrativa es la sobre explicación en muchas de las reflexiones, siendo que algunas son más obvias que otras. Pero no se le podría culpar, debido la falta de sutilezas como característica propia de los mangas de la época; además, esto contribuye al carácter dulzón de la obra con el fin de mantener el romance y alejarse del drama.
El arte en general sigue un patrón muy caricaturesco en cuanto a personajes, objetos, construcciones e incluso las onomatopeyas, inspiradas en la animación estadounidense. Por supuesto, existen excepciones, como las viñetas con planos gigantes, en los cuales el autor les da un toque más realista a los fondos y ciertos objetos. El rostro de los personajes, guiado por el estilo gekiga, muy popular en su época en obras de temáticas maduras, procura mostrar seriedad, pero solo en tomas de primer plano o más cercanas.
En conclusión, pese a ser una obra de su época por su narrativa y arte, es una obra que aporta elementos atemporales, útiles para futuras investigaciones sobre la historia del manga. Como un manga del también creador de Astro Boy y Dororo, es una reinterpretación con gran destreza del mito de un joven que quiso amar, pero que solo consigue retener un bello recuerdo.
Si desea leerlo, puede encontrarlo de manera limitada en tiendas y librerías del país.
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