Por: Aarón Alva
Kathy Serrano, actriz y escritora, debuta en el campo novelístico con “El dolor de la sangre”, (Planeta, 2022). El libro narra el viaje terrenal e interior de Martha, una fotógrafa venezolana radicada en Lima, hacia su tierra natal, la cual representa un pasado no solo geográfico, sino principalmente emocional, del que buscará liberarse. Un viejo trauma acontecido con su propio hermano construye la trama a través de nexos oníricos y acciones en que la protagonista se ve inducida casi maquinalmente por una especie de necesidad interna que la obliga a volver.
Con una prosa ágil en la que destaca el buen oído al construir oraciones, Serrano va dando pistas al lector sobre el conflicto interno de Martha a través de sueños y silencios que, sin revelar de golpe el hecho central, configuran el cuerpo narrativo. Es a través de su mirada y las descripciones del narrador que se confecciona una interesante amalgama entre la situación socio cultural venezolana y la propia batalla espiritual de la protagonista. Dicho factor, tanto interno como externo, radica en la doble sensación apreciable tanto en el personaje como en su entorno. No todo el mundo la pasa mal en Venezuela, pues existen pequeños grupos gozando una buena vida a pesar del resto, devorado por la crisis económica y el peligro delincuencial. Del mismo modo, Martha parece debatirse entre una sensación de horror y cierto gusto frente al recuerdo traumático perpetrado por su hermano, lo cual brinda una dimensión humana y creíble del personaje. Otro elemento de favorable aplicación es, por ejemplo, el tatuaje en forma de serpiente que Martha lleva en su espalda, ya que simboliza un estigma de doble significación para ella. El sello del pavor oculto en la piel, a la vez que una muestra de su fuerza y cierto escudo contra el mundo.
A raíz del título, la novela no solo simboliza un conflicto de sangre, familiar, sino también la lucha contra el todavía enquistado machismo. Martha fue víctima de una fuerza bestial que avasalló su niñez, pero también, y principalmente, de costumbres adulonas y celebratorias de aquella potencia representada en el hijo único hombre de su familia. La autora perfila con lucidez y tino dicha disputa, llevando el clímax hacia una confrontación final entre ambos sexos, donde el resultado no brinda necesariamente una liberación integral del machismo, sino otro escape geográfico, en el que Martha encontrará cierto efecto de limpieza, lejos de la urbe y civilización. Este tipo de conflictos y sus resoluciones, recuerda un poco al papel femenino en las historias de Alice Munro, por ejemplo, en las que casi siempre se observa una confrontación entre hombres y mujeres como punto de clímax.
Sin embargo, la obra no se libra de falencias, no solo relacionadas a su armazón narrativo. Por un lado, resulta abrumante el tono usado en casi todo el libro. Este, a la vez que lastimero por ratos, no explora tensiones en el lenguaje, precisamente en los momentos de tensión dramática, y satura con aquella aura dolorida que impregna la obra. Pienso que la autora podría haber sido más ambiciosa si, por ejemplo, variaba el tono contándonos, quizá en paralelo, la historia del otro personaje importante de la obra, Rodrigo, el hermano de la protagonista. Al leer la novela, pensé incluso en Urania, protagonista de “La fiesta del chivo” de Vargas llosa, pues, si bien su historia contiene elementos similares (recordemos que Urania vuelve al lugar donde fue violada de niña, con el fin de “resolver” su conflicto emocional), la trama está acompañada por otras tramas que, no solo dan respiro al lenguaje, al tono, sino que enriquecen el universo entero del texto.
Otro punto que juega en contra del libro, si bien se trata de una primera novela y de una autora en plena construcción, es que ha llegado un poco tarde en cuanto a exploración narrativa y temática, y ejerce un tipo de continuismo de una corriente intimista con características propias, por lo que, más allá de ofrecer una historia con puntos favorables, no aporta nuevos aires ni se divorcia de un estilo algo gastado en la reciente narrativa peruana. En ello confluyen el tono, así como esa mirada al pasado en busca de “sanarse” emocionalmente, un tópico usado en más de una novela en la última década. Naturalmente, esto dependerá del tipo de lector y sus gustos, pero es preciso mencionarlo, así como es preciso acotar que en libros como la reciente antología “Selección peruana 2015-2021”, puede apreciarse el viraje temático y narrativo por el que apuesta una nueva generación de escritores peruanos.
Ficha técnica:
“El dolor de la sangre”, de Kathy Serrano
Editorial: Planeta
Año: 2022
199 páginas
Tapa rústica
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