insomnio
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Reseña del libro «Residuos del insomnio: Crónicas de Juanjo Fernández»

 

Por Aarón Alva

Como relatos de un testigo presencial, no solo la prensa y las cámaras de nuestros móviles juegan un papel titular en lo que va de la pandemia. Los libros y el arte en general dan crédito del cambio y dinamismo, o del no cambio y más bien desnudamiento de una sociedad, en palabras del periodista fotoperiodista Juanjo Fernández. Publicado por la editorial Peisa, en septiembre del inolvidable 2020, su libro de crónicas Residuos del insomnio, recoge sesenta y cuatro textos breves presentados originalmente y por separado en su cuenta de Facebook. El primero de ellos fue tecleado el martes 17 de marzo, hasta el último, expuesto el día 30 de junio.    

 

Juanjo Fernández (España 1966), lleva treinta y cuatro años ejerciendo la profesión de fotógrafo y siete desde su residencia en Perú. Su libro aborda un periodo de días muy conocido por todos, en las que el periodista, acompañado de su cámara y montado en su bicicleta, ha sabido exprimir aproximándonos a una realidad tan displicente como fragmentaria. No se tratan de textos declarantes, sino más bien reflexivos y puntuales, donde aspectos como el político, económico, informativo, ven expuestas sus más raquíticas inconsistencias. 

 

 

Acá veo los noticieros y me pregunto si los reporteros estudian pedagogía o periodismo. Qué manía de decirle a la gente lo que tiene que hacer, como si fueran guardianes de lo correcto.

 

 

 

Los textos están acompañados de fotografías capturadas por el mismo Fernández, que tal como en un libro de ficción van teniendo mayor impacto de acuerdo con el progreso de los días. Como todo buen cronista, no solo apunta con el lente objetivo de su cámara desde alguna especie de sagrario invulnerable, sino que mete la cabeza en lugares donde el bicho vuela regodeo. Vemos así escenas de conversación, de un acercamiento vivo a focos de transmisión del virus, de una presencia orgánica en el lugar de los hechos. 

 

(…) Es una realidad que no me provoca nada fotografiar, como tampoco la realidad de San Isidro o Miraflores. Sin embargo, salir de la seguridad (relativa) de estos barrios acomodados para acercarme a La Victoria, a Barrios Altos, a cualquiera de los conos devuelve la ilusión a mi mirada, y no veo pobres —hay mucha plata en estos barrios—, lo que veo es una vitalidad desbordante, que si no estás atento puede arrasarte, una vitalidad que me devuelve la sensación de estar vivo, muy vivo. No pienso en las leyes que puedan afectar a la realización de fotografías, ahí las cosas son mucho más inmediatas. La ley de la calle no se anda con caralladas, es una ley mucho más clara y frontal.”.

 

La forma tratada en cada texto de Residuos del insomniosigue una línea presente a lo largo del libro. El autor inicia sus relatos citando algún pasaje de su vida cotidiana y es a partir de ellos que engrana su vista hacia un aspecto general, por supuesto referente a la pandemia. A nivel de prosa es interesante ver cómo esta se va afinando con los días. El viejo código de la práctica diaria. Sin embargo, aquel rumbo apasionado por la escritura, produce por momentos brotes de texto inapetente. Cito al propio autor en una de sus crónicas: “Esto que acabáis de leer es lo que se hace cuando no se tiene mucho que contar pero se desea hacer parecer que se sabe mucho…”. Aun así, Residuos del insomnio llega como una  fiel captura de una fase histórica que aún pasará buen rato entre nosotros.

Libro recomendado.    


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