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Reseña de “La ciudad en que no estás”, de Margarita Saona

Por: Aarón Alva

Así se trate de un solo autor, reunir sus cuentos escritos en años distantes puede ser un ejercicio riesgoso si se tiene en cuenta la probable falta de unidad que el tiempo puede haber infiltrado en ellos. No solo en cuanto lo temático, sino en el uso de la palabra y puntos de vista, este riesgo no es ajeno a los más grandes autores, llámese por un proceso de madurez, exploración extra geográfica de su poética personal, o incluso el acople a una moda forzada.

“La ciudad en que no estás”, de Margarita Saona, reúne textos escritos entre los últimos quince años, cuya sustancia de búsqueda y mirada destaca por lo atemporal, por su carácter ajeno a la geografía estática y definida, entre otros elementos notables. Se trata de relatos cortos (algunos microrrelatos de dos frases), donde el mundo en apariencia sencillo de sus personajes se ve turbado por situaciones a veces absurdas, hiperreales, reales abyectas e inclusive fantasiosas.

Básicamente se aprecia en los textos un balance entre dos aspectos: personajes que no logran dar aquel paso primordial a la “aventura” (entendida esta como el primer camino del héroe mitológico), pues por diversos motivos permanecen encerrados en lo que podríamos llamar su propia panza de ballena (cárcel) psicológica; y los que sí han podido saltar al siguiente pergamino espiritual, pero que, por supuesto, quedan al albedrío de su propia batalla, libres de la autora.

Dichos motivos de prisión espiritual, son casi siempre facetas inconclusas de la soledad, la ausencia, una angustia por vivir no revelada de forma explícita, y un deseo incontrolable que rebalsa ferozmente la estabilidad emocional de los personajes. Es entonces cuando, en ciertos relatos, acude a ellos la palabra como fuente de calma, de transformación y reconfiguración de un nuevo significado de su propio mundo, y también la locura como terreno de aparente “salvación”. Veamos el primer relato, titulado “Lo que hago”:

Esto es lo que hago: pequeños artefactos de palabras para llenar el breve espacio en que no estás.
Esto es lo que hago: pequeños artefactos de palabras que inútilmente buscan llenar el inconmensurable espacio de tu ausencia.

Apreciemos ahora “Insomnio I”:

—Haga lo que haga no consigo dormir.
—No es cierto —contestó la lechuza. Si lo fuera, no estarías hablando conmigo.

En el breve texto “Afección”, la protagonista logra, por ejemplo, acceder a ese estado de calma y silencio, relacionado indirectamente con la muerte como fin último, a través de la anulación de sonidos, de palabras, de la “vida”. Aquella otra piel, aquellos sentidos magullados por las palabras, son transmutados hacia el orden puro y seguro del silencio.

El hecho de contraponer historias de pérdida y (casi) logro, brindan al libro un carácter dual que podría parecer contradictorio. Sin embargo, todo lo contrario. Pienso que Margarita Saona opta por esta compostura, justamente pensando en la dualidad, en los opuestos, como conspiración personal hacia la idea de la perfección. Una perfección, sin embargo, por suerte no lograda, puesto que de ser así no estaríamos hablando de literatura.

Lo fantasioso es notable en el cuento “Aprendiz de bruja”, en el que una mujer logra invocar al viento y hacerlo vivir en su casa. Es clave aquí la frase “Me he INICIADO en las artes secretas”, dando así la certeza de escape de la realidad objetiva por parte de ella, hacia un estado siguiente que aún no logra dominar por completo. Un toque de lo absurdo muy cercano a lo fantástico aparece en el cuento “Desequilibrios”: una mujer se hace amiga de un equilibrista al cual solo ella presta atención.

Cuando decide prepararse para su subir hacia él, este ya se ha ido. El texto es una clara alusión al tedio y estancamiento de la ciudad civilizada, pero nuevamente se aprecia la idea del personaje que no da el salto siguiente hacia la aventura. Al subir y no encontrarlo, la mujer decide bajar y volver al rascacielos más cercano, es decir a “encerrarse” de nuevo.

Algo similar ocurre en el relato “Los pájaros”. La protagonista se encuentra estancada en una ciudad donde los pájaros abundan no como signo de vida, sino todo lo contrario. Se aprecia en el final una lluvia de pájaros muertos (alusión a la lluvia de ranas de la película Magnolia), pero que, sin embargo, no despiertan en la protagonista la fuerza para irse finalmente de la ciudad.

Es notable la presencia de los animales en varios de los relatos. Peces encerrados, ranas, gatos, cocodrilos, etcétera, que conviven con los humanos a modo ambiguo, dependiendo la idea de cada cuento. En todo caso, su presencia no es en ningún modo gratuita.

Me animo a decir que el texto que posiblemente sintetice la idea del libro es “Destino”. Un hombre y una mujer que aparentemente hacen lo mismo y que parecieran destinados a conocerse y ser cada uno el amor de su vida, no llegan ni siquiera a cruzarse jamás. No se nos dice nada sustancial de la vida de cada uno, no se saben sus angustias, logros, penas, ni mucho menos sus pasados ni futuro.

Aquí el protagonista es el narrador. ¿Quién o qué es el narrador? Sin embargo, pienso, que lo más importa aquí son las preguntas que uno puede formularse a través de la lectura general del libro a partir de dicha incógnita: ¿Quién o qué somos nosotros? ¿Por qué algunos sí y otros no? ¿Hasta dónde realmente podemos ser dueños de nuestro destino? ¿Vale la pena pensarlo tanto? ¿Qué lado de la dualidad nos tocó ser y por qué? Si la psicología, la sociología y otros campos de estudios logran dar luces sobre estas preguntas, por suerte la literatura se encarga cada vez más de ponerlas en aprietos.

Por supuesto, no todos los textos están logrados. Existen unos cuantos malos. Por ejemplo: “La llave”, demasiado efectista y simple; “Alquimia II”, “Desengaño I y II”, demasiado cursis; entre otros que caen en lo remilgados y no llevan a ningún sitio más allá de la impresión.

Libro recomendado

Ficha técnica:

“La ciudad en que no estás”, de Margarita Saona

Editorial: Cocodrilo ediciones

162 páginas

Tapa rústica


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