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Reseña de «El año del fantasma», de Jose De la Peña

Por: Aarón Alva

Desde el cuentario Nadie nos extrañará de Luis Francisco Palomino (2019), no me topaba con un libro que abordase la vida de los llamados “millenials”. Esta última semana concluí la lectura de El año del fantasma, novela de José de La Peña (Colmillo Blanco, 2022), cuyo protagonista se erige como un fresco de aquel grupo social moderno.

Desde el vamos, la novela plantea un aspecto nada gratuito, su dedicatoria y la narración a modo de confesión (¿signo millenial?) a un “tú”, que no es otro más que el lector, pues nunca se encarga de revelar un nombre.

“A todos los que, encerrados en su cuarto, quizá susurrando, entonan un aria”.

Tadeo, el protagonista, acaba de mudarse a un descuidado cuarto de Magdalena, trabaja en una revista donde realiza entrevistas y reseñas literarias, consume drogas, pasa gran parte del tiempo encerrado y ensimismado, se reúne con sus amigos en busca de experiencias nuevas y adopta una perrita a la que quiere como a una hija. Ahí el resumen de la trama. Sin embargo, lo que por encima se aprecia como un extenso relato sin escenas de altísima tensión o situaciones límite, cobra valor por la estampa silenciosa y hostil del mundo al que Tadeo, quiera o no, debe enfrentar. Todo ello parte de un objetivo en apariencia sencillo, pero que cada vez toma más tiempos a los jóvenes modernos: independizarse de sus padres.

“Cosa curiosa la de trabajar mediante recibos por honorarios. Las empresas se ahorran los pagos por derechos laborales, las bonificaciones, las vacaciones, los impuestos, y nosotros gastamos de nuestro sueldo para tapar esa herida que nos dejan a tajo abierto, igualito que con las minas. En el campo de las comunicaciones, la situación no va mejor. Nos reponen peor que a piezas de maquinaria, por eso no me puedo quejar en M (la revista) si no me pagan. ¿No quieres el trabajo? Ah, ya, next, que pase el postulante número 9900, dirían, y no es que estén mintiendo. Somos muchos, todos profesionales y criados con el mismo cuento del sueño universitario… ¡cuando las universidades aquí hace rato que dejaron de ser las casas del conocimiento con las que tanto soñaba cuando me preparaba para ingresar! Las directivas las conforman una sarta de rufianes, empresarios déspotas, diversificadores de servicios y otros malévolos arquetipos del liberalismo aplicado.”

Aquella crítica puede contrastarse con el panorama de novelas juveniles de décadas pasadas (Ciudad de M, Generación Cochebomba), pues, si en estas se percibía una apatía, pesimismo y temor propios de un contexto plagado de peligros sociales, subversivos y económicos, la novela de De la Peña refleja una urbe moderna con supuestas mejoras socioeconómicas, pero que, en cierto modo, no es más que una pantalla virtual de problemas persistentes y en apariencia todavía lejos de resolver. Esto, por supuesto, no se halla explícito en los índices de crecimiento económico con que suelen bombardear los medios de comunicación (al menos hasta antes de la pandemia), sino en situaciones como las del protagonista de El año del fantasma, cuya carrera y actividad principal no solo requiere de otro tipo de capital para trascender (capital social), sino que termina siendo una especie de anexo prescindible en la carrera del tiempo moderno.

“Nunca le he preguntado qué opina de la hierba, pero su opinión me queda clara. Me diría que ahí está el problema de todo, en ese puto vicio generacional que tanto nos jode a los millenials. Y yo le diría que no, que no es cosa de millenials, es cosa de idealistas, rebeldes y de otra gente sensiblera. Le diría que no estoy cagado porque fumo porros, sino que fumo porros porque el mundo está jodido y no lo aguanto.

Por otro lado, la bisexualidad del personaje está tratada con mucha naturalidad, sin detenerse en reflexiones sobre la misma, hecho que reflecta uno aspecto positivo de la actualidad, aunque persistan rezagos de fobias, puesto que, si bien Tadeo ejerce su opción sexual, esta se da siempre en lugares cerrados. El amor como compromiso y quizá como el camino a la paternidad, es otro de los temas tratados en el libro. Nótese que tanto las relaciones amorosas como sexuales tienen un límite donde el principal objetivo parece ser sencillamente probar un tiempo y luego re envolverse en la soledad. No obstante, esto no responde a causas arbitrarias, pues, dentro del contexto de la novela, ¿a dónde o qué más podrían alcanzar en un contexto tan desigual y de difíciles oportunidades? Es en las relaciones amicales y filiales, donde para Tadeo converge cierta pureza y armonía, pero que, a fin de cuentas, tampoco le resulta suficiente.

La epilepsia, tanto de Tadeo como de Aria, la perrita que adopta, posee una especie de ambigüedad cómplice. Si uno no puede darse el lujo de ser trabajador empleado y enfermarse, por otra parte, se conecta a un estado de sosiego, donde ni el sistema de salud ni la medicación son necesarios, pues no solo son inútiles, sino que terminan empeorando la enfermedad al poner trabas burocráticas y económicas.

En cuanto a lenguaje, el autor opta por una prosa que no recae en el mero funcionalismo. Se leen pasajes con cierta elegancia, incluso al narrar lo grotesco, pero sin ese malditismo propio de los noventa. De la Peña ha sabido conjugar en su lenguaje la aparente tranquilidad de una urbe superada, pero que ha efectuado un recambio de armas para derruir a quienes no siguen su falaz arquetipo de éxito. Aun así, la novela no se salva de errores puntuales, como, por ejemplo, los diálogos. Se mantiene renuente la idea de transcribir la oralidad al pie de la letra, lo que desemboca en una disparidad incómoda en el constructo prosaico. Asimismo, aparecen reflexiones y explicaciones del protagonista no solo innecesarias, sino también excesivas por ratos, lo cual refleja poca pericia todavía al introducir ese tipo de pasajes.

La sección dedicada a Aria, la perrita que Tadeo adopta, flaquea en cuanto a tratamiento, pues, a pesar de la intención del autor por exponer aquello que popularmente se conoce como “perrijos” (perros vez de hijos humanos), se desarrolla en la novela de manera forzada y exagerada, lo cual deriva en pasajes de patetismo.
En resumen, El año del fantasma es una novela de su tiempo, un primer trabajo largo de un autor todavía en construcción, pero con una personalidad ajena a moditas e imposiciones mediáticas cuyo único fin es vender.

Ficha técnica:

“El año del fantasma”, de Jose de la Peña

Editorial: Colmillo Blanco

Año 2022

239 páginas

Tapa rústica


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