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Reseña de «Baumgartner», de Paul Auster

Por: Aarón Alva

            A siete años de publicar 4 3 2 1, Paul Auster regresa a la novela con Baumgartner. De corta extensión, la obra narra parte de la vejez temprana de Baumgartner, un profesor de filosofía viudo de Anna, su ex esposa. En comparación con 4 3 2 1, cuya historia seguía la niñez y adolescencia de Archie Ferguson en cuatro formas distintas, Auster presenta a un personaje en la etapa final de su vida. Esto podría no ser del todo casual considerando su edad actual y el desafortunado episodio que vivió en 2022: la muerte de su hijo y su nieta.

Seymour Baumgartner vive solo y no tiene problemas económicos. Mantiene su actividad de escritor más como un ejercicio intelectual que por fines académicos. El deterioro corporal le viene acompañado de una profunda soledad desde la muerte de Anna. Se la pasa en su cuarto de trabajo, que a veces llama “estudio” y otras “madriguera”; escribe, olvida hacer llamadas y asistir a citas de rutina, espera que el tiempo y su efecto redentor reduzca el peso de su tristeza.

Como disparador de su nueva aventura, Auster utiliza un elemento muy suyo: una llamada telefónica. Sin embargo, a diferencia de obras pasadas, principalmente de su famosa Trilogía de Nueva York¸ donde Daniel Quinn recibe un telefonazo que lo embarca hacia su odisea detectivesca, la llamada en Baumgartner tiene una función opuesta, la de acercar personas a su vida, no ir en busca de ellas. Mediante hechos casuales y rutinarios, en principio sin mayor profundidad, aparecen actores que reorganizarán la vida del protagonista. El joven Ed, inspector del servicio eléctrico, quien lo ayuda en la recuperación de un accidente casero; Molly, la repartidora de libros a domicilio, y Judith, una nueva experiencia amorosa que finalmente terminará en ruptura. A su vez, la secuencia de personajes se alterna con sucesos relativos a Anna, de antes y después de su muerte, además de poemas y escritos en que ella misma relata episodios de su vida a solas y en común con el entonces joven Baumgartner. Es así que empieza la reconstrucción de su espíritu, sin caer en posturas de fingido idealismo o esperanza barata. La muerte, la pérdida duelen, Auster nunca pierde de vista aquello ni intenta falsearlo; el cuerpo y la mente decaen, conviven en una fragilidad insoslayable, atrevida por ratos. Los recuerdos están ahí, en la corteza emocional hasta que decide hacerles frente. Del recuerdo de Anna casi superado, el relato retrocede a los antepasados de Baumgartner, figuras de la primera mitad del Siglo XX, testigos de guerras, actores en formación de una sociedad difícil, algo neurótica, que consumía su vida en el emprendimiento y los negocios, en pleno auge del capitalismo americano.

Hacia el final, entra en escena Beatrix Cohen, una joven estudiante que pretende realizar un estudio sobre la poesía de Anna y para ello debe pasar una temporada revisando el material escrito que Baumgartner conserva. Pensando en ella como la hija que no tuvo, él resuelve acoger su llegada y brindarle una estadía cómoda, por lo que recurre a Ed, ahora diestro en jardinería, y juntos reparan una de sus propiedades. La última escena muestra al viejo profesor de filosofía salvándose de otro accidente, esta vez automovilístico, y buscando ayuda en una casa cercana. Más allá de eso, no ocurre más en cuanto a acción. Y es que Auster apuesta por una clara y profunda modestia. Las acciones, los clímax, el destino de viaje del personaje, son sencillamente las personas. Un inspector que se hace su amigo, alguien que le trae libros, otra oportunidad fallida en el amor, la joven interesada por la poesía de su esposa difunta, en ellos recae todo lo que necesita su último itinerario vital, incluyendo, por supuesto, más accidentes, y la duda de si le abrirán la puerta para ayudarlo. Cada uno hace y aporta con lo que puede, directa o indirectamente en su vida, y listo. Las coincidencias y casualidades no requieren ser entendidas, sino simplemente vividas. He allí la lucidez de un Auster maduro, cercano al final y muy consciente de ello.

No es, claro está, su mejor obra ni mucho menos. El inicio es lento, cuesta entrar en el personaje, por ratos se hunde en reflexiones no del todo sumatorias. En ese sentido, la previa 4 3 2 1 maneja un compás fresco y ágil, a pesar de sus novecientas páginas. No obstante, sin ser arriesgada en formalismos, Baumgartner gana puntos por tocar la muerte y la soledad de un modo austero, sin más pretensión que encontrar personajes y reunirlos en camaradería. No es una mala forma de afrontar las pérdidas. Auster lo sabe.

Ficha técnica

Baumgartner, de Paul Auster

Editorial: Seix Barral

261 páginas

Tapa rústica


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