Entrevistas Literatura

Luis Francisco Palomino: Somos la generación del dedito pulgar hacia arriba

Foto: Doris Zapata
Luis Francisco Palomino, Lima 1991, sabe de qué va su generación y del tiempo que le ha tocado vivir. Echadas de culpa, puñetes, conos lanzados, violencia gratuita. “Nadie nos extrañará”, libro de cuentos publicado por la editorial Animal de invierno, proyecta una voz joven y fresca, cuyo punto de partida es, felizmente para la narrativa peruana contemporánea, actual. Personajes enfrascados en la cápsula del placer virtual, en el ansioso inmediatismo cotidiano, en el amor libre de mariposas, confluyen para dibujar la visión realista y descarnada de la sociedad que los (des)acoge. A continuación, Luis Francisco nos comenta más sobre su trabajo como escritor y echa un agudo ojo crítico al ávido, divertido y también misántropo mundo millenial.
Los millenials somos la generación de los que se encierran en sus cuartos, de los que no salen a la calle a jugar partido sino que juegan partido solos en un Play Station.

1) El humor, a veces negro, funciona en tus cuentos como la contratapa de un fondo oscuro y, en ocasiones, trágico. Cuéntanos un poco sobre esa forma de abordar tus historias.
En esta ciudad, en este país, hay muchos motivos para renegar. Tomar las cosas con humor es saludable para nuestro hígado, para la cabeza. Eso no significa que en mis historias se haga un chiste de las taras de Lima, más bien las describo sin asco. Da “risa” porque nuestra capacidad para resolver problemas es muchas veces ridícula.
Sobre la forma de abordar las historias en “Nadie nos extrañará”, he tratado de omitir mi voz, incluso mis juicios, he querido que durante la lectura no se piense en mí, que los cuentos funcionen sencillamente como una exhibición de la realidad que vivimos.
2) El lenguaje presenta por partes una suerte de relato periodístico y visual, descarnado de lirismo, pero al mismo tiempo mordaz. ¿Qué tanto te ha ayudado el periodismo al momento de escribir literatura?

En el periodismo de diario se aprende a contar un hecho desde lo más importante, pirámide invertida, las cinco preguntas, un ejercicio de rutina en el que el autor selecciona los elementos que son concéntricos en su historia. Pero la literatura no te exige, en el primer párrafo del texto, un qué ni un por qué. Se juega con otras reglas. En el mejor de los casos, las redacciones periodísticas enseñan a resumir la información; en el peor, maquinizan al escritor, lo acostumbran a pensar que los detalles son irrelevantes.Es posible que en mis historias halla rastros de los dos años que trabajé en una agencia de noticias, sobre todo en la prosa fría que trata de narrar con “objetividad”. No me interesa el lirismo, no me importa impresionar con la prosa, los textos en que imitaba a Foster Wallace –felizmente– hace rato que se los llevó el camión de basura. Sí le doy mucha atención al ritmo, y este tiene que ser seco, distante. Finalmente, creo que el estilo periodístico de escritura puede ayudar a que el lector perciba como más verosímil una ficción.

Como escritor me considero una especie de esponja: absorbo lo que hay en el medio y luego lo transformo en un relato.
3) En muchos cuentos hay al menos un acto de violencia, el mismo que está dirigido y justificado por presiones del mundo actual. Jóvenes cuyas vidas virtuales paralelas los inducen a la indiferencia y desadaptación. ¿Un peligro latente de la generación Millenial?

La violencia no es un peligro latente para los millenials, es un riesgo real para cualquier peruano. Es ese cono naranja volando, a punto de golpear tu cabeza. Nadie se salva. Como he dicho antes, y como demuestran los últimos acontecimientos políticos, no sabemos dialogar. ¡Mira a esos congresistas disueltos impidiendo el acceso del primer ministro al hemiciclo! Creo que la polarización y esta terquedad son muy peruanas, y ha sido parte de la apuesta discursiva de “Nadie nos extrañará”. En el cuento “El reto del maniquí” hay unos municipales discutiendo ¡con una estatua! en el Cusco mientras que los turistas pasan por el costado sin entender la situación.Repito, es el pan de cada día: el cobrador de microbús que se agarra a puñetazos con un pasajero, el barrista de la U que lanza por los aires del estadio al de Alianza, el de Alianza que balea al de la U, los descuartizadores… No es casualidad que en el cuento Hotel Habbo pasen esas cosas en el hostal. Sólo podemos sentirnos seguros en nuestros dormitorios, con la puerta con llave. ¡Y eso!

Por otra parte, continúa la lógica de los años noventa, ¿no? Es como si no pudiéramos quitarnos de encima esta actitud vengativa, de táctica militar de tierra arrasada, de Grupo Colina: “OK, te atreviste a poner bombas en Miraflores, ahora yo voy a acabar a balazos contigo y con quienes están contigo”. Es como si cada acción para subyugar al otro desencadenase una respuesta peor. Hay hilos de Twitter que son ejemplares, como ese que explica lo que ha pasado entre Vizcarra y el Congreso, un toma y daca inacabable, un fuego contra fuego. Es una enfermedad mental que quizás tiene su origen en una sociedad tan desigual en la que los privilegiados y los que no tienen nada transitan por la misma avenida todos los días, culpándose el uno al otro de las desgracias de este país. En “Ropa interior” hay una junta vecinal que decide no ceder ante los rateros, los diferentes, pero de una manera mucho más sanguinaria… En fin, no olvidar que somos herederos directos de los crímenes de Estado, de los terroristas y de las rondas campesinas.

4) Un aspecto interesante de tus textos es el uso de jergas y la total anulación de solemnidad al retratar la realidad. Volvemos al humor, en una época de memes y emojis, ¿lo consideras una respuesta propia de la generación Millenial?
Los memes y emojis son parte de una comunicación cada vez más rara. Somos la generación del dedito pulgar hacia arriba, del “estoy bien”, ¿pero qué significa eso? Entendernos debe de ser muy fregado para los adultos que crecieron con “La familia Ingalls” o “Los años maravillosos”. Es curioso cómo antes había menos comodidades, y a pesar de, las familias estaban juntas, en parte porque el ambiente obligaba, ¿no?: una misma habitación para tres hermanos, o un solo televisor en toda la casa que reunía a toda la familia alrededor. En cambio, los millenials somos la generación de los que se encierran en sus cuartos, de los que no salen a la calle a jugar partido sino que juegan partido solos en un Play Station. Hemos aprendido a vivir sin papá y mamá, quienes trabajan todo el día, hemos aprendido a estar solos, aunque eso también nos resulta –en algún punto– insoportable: descargamos aplicaciones para conocer personas desde casa. Creo que hoy nos comunicamos más pero también comunicamos menos. Hay mucho de dato escondido, de “estoy bien”, ¿no? Como en “Nadie nos extrañará”, je.
5) Nadie nos extrañará muestra un interesante manejo de silencios, datos escondidos, elementos pop, y principalmente un lenguaje que nos recuerda a la sobriedad del realismo sucio. Coméntanos sobre tu proceso de escritura. 
Cada cuento te da pistas de lo que necesita. El proceso de escritura, edición y posterior lectura de “Nadie nos extrañará” me ha ayudado a entender mejor lo que James Wood llama “los mecanismos de la ficción”. Como escritor me considero una especie de esponja: absorbo lo que hay en el medio y luego lo transformo en un relato. También soy de los que piensan que hay mucha información que almacena nuestro cuerpo, no precisamente en el cerebro. En ese sentido, no soy un escritor que premedita cada secuencia de sus historias , soy más bien emocional. Creo que escribo para entender, sin olvidar que hay cosas que no tienen explicación: esos son los silencios en mi narrativa.
6) Próximos proyectos.
Hace unos años escribí una novela: El triángulo de abajo. Acaba de ser elegida para recibir los estímulos económicos del Ministerio de Cultura. Se publicará el próximo año. O eso espero. Aquí nunca se sabe.

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