Los millenials somos la generación de los que se encierran en sus cuartos, de los que no salen a la calle a jugar partido sino que juegan partido solos en un Play Station.
1) El humor, a veces negro, funciona en tus cuentos como la contratapa de un fondo oscuro y, en ocasiones, trágico. Cuéntanos un poco sobre esa forma de abordar tus historias.
En el periodismo de diario se aprende a contar un hecho desde lo más importante, pirámide invertida, las cinco preguntas, un ejercicio de rutina en el que el autor selecciona los elementos que son concéntricos en su historia. Pero la literatura no te exige, en el primer párrafo del texto, un qué ni un por qué. Se juega con otras reglas. En el mejor de los casos, las redacciones periodísticas enseñan a resumir la información; en el peor, maquinizan al escritor, lo acostumbran a pensar que los detalles son irrelevantes.Es posible que en mis historias halla rastros de los dos años que trabajé en una agencia de noticias, sobre todo en la prosa fría que trata de narrar con “objetividad”. No me interesa el lirismo, no me importa impresionar con la prosa, los textos en que imitaba a Foster Wallace –felizmente– hace rato que se los llevó el camión de basura. Sí le doy mucha atención al ritmo, y este tiene que ser seco, distante. Finalmente, creo que el estilo periodístico de escritura puede ayudar a que el lector perciba como más verosímil una ficción.
Como escritor me considero una especie de esponja: absorbo lo que hay en el medio y luego lo transformo en un relato.
La violencia no es un peligro latente para los millenials, es un riesgo real para cualquier peruano. Es ese cono naranja volando, a punto de golpear tu cabeza. Nadie se salva. Como he dicho antes, y como demuestran los últimos acontecimientos políticos, no sabemos dialogar. ¡Mira a esos congresistas disueltos impidiendo el acceso del primer ministro al hemiciclo! Creo que la polarización y esta terquedad son muy peruanas, y ha sido parte de la apuesta discursiva de “Nadie nos extrañará”. En el cuento “El reto del maniquí” hay unos municipales discutiendo ¡con una estatua! en el Cusco mientras que los turistas pasan por el costado sin entender la situación.Repito, es el pan de cada día: el cobrador de microbús que se agarra a puñetazos con un pasajero, el barrista de la U que lanza por los aires del estadio al de Alianza, el de Alianza que balea al de la U, los descuartizadores… No es casualidad que en el cuento Hotel Habbo pasen esas cosas en el hostal. Sólo podemos sentirnos seguros en nuestros dormitorios, con la puerta con llave. ¡Y eso!
Por otra parte, continúa la lógica de los años noventa, ¿no? Es como si no pudiéramos quitarnos de encima esta actitud vengativa, de táctica militar de tierra arrasada, de Grupo Colina: “OK, te atreviste a poner bombas en Miraflores, ahora yo voy a acabar a balazos contigo y con quienes están contigo”. Es como si cada acción para subyugar al otro desencadenase una respuesta peor. Hay hilos de Twitter que son ejemplares, como ese que explica lo que ha pasado entre Vizcarra y el Congreso, un toma y daca inacabable, un fuego contra fuego. Es una enfermedad mental que quizás tiene su origen en una sociedad tan desigual en la que los privilegiados y los que no tienen nada transitan por la misma avenida todos los días, culpándose el uno al otro de las desgracias de este país. En “Ropa interior” hay una junta vecinal que decide no ceder ante los rateros, los diferentes, pero de una manera mucho más sanguinaria… En fin, no olvidar que somos herederos directos de los crímenes de Estado, de los terroristas y de las rondas campesinas.
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