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Reseña de “Huaco retrato”, de Gabriela Wiener

Por: Aarón Alva

Parece que la búsqueda de la identidad, sea familiar, íntima o ideológica busca pegar nuevamente, al menos en cierta literatura firmada por transnacionales. Tenemos la reciente vuelta de Jeremías Gamboa con su “Animales luminosos”, “El año del viento” de Karina Pacheco, y “Huaco retrato”, de Gabriela Wiener. El punto está en que, cuando traté de recordar una obra canónica de búsqueda, recaí en Pedro Páramo como primera opción, y al equipararla con las tres anteriores, solo “El año del viento”, se salva de no caer del todo en lo panfletario, patético, y sinceramente flojo. Pacheco, a diferencia de Gamboa y Wiener, explota en su obra mejores recursos, voces, juega por ratos con lo fantasmal y enlaza bien la idea de una búsqueda en cierto modo ambigua y, por lo tanto, interesante.

La búsqueda en “Huaco retrato” recorre dos caminos: la de Charles Wiener, antepasado de la protagonista; y la de su núcleo familiar cercano, más concretamente la doble vida de su padre, desde el cual la narradora liga su propia aventura identitaria. Casi desde el inicio, la protagonista cita la figura del Huaco Retrato como un anexo de su propio rostro, definiendo así la idea que intentará reivindicar en medio de un contexto históricamente hostil.

La trama de Charles Wiener actúa de base histórica para denunciar aquel paternalismo sociocultural impuesto por Europa hacia sus pueblos conquistados. El lector asiste a una reconstrucción biográfica de un personaje bisagra en el árbol familiar de la protagonista, marcado por su clara desconexión para con sus descendientes. No resulta lo sencillo que debería, el poder tener datos de un tatarabuelo debido a choques culturales y por supuesto, desencuentros a causa del racismo.

El caso del padre es en cierto modo similar, con el añadido del tiempo actual y un punto de vista enfocado en la vida de la propia protagonista. Aparecen temas como el poliamor, la “descolonización”, y escenas que configuran lo mejor del libro, como el encuentro con la amante de su padre, la figura del parche en el ojo del mismo, cuyo motivo destaca la doble vida que llevó a espaldas de su familia; y principalmente el conflicto de la protagonista en cuanto a sus sentimientos amorosos, signados por formas que se le van de las manos, aun cuando ella consciente e inconscientemente sabe que no podría modificar su propia naturaleza. Sin duda, esta historia (la del padre y ella misma) es lo más rescatable del libro en cuanto a narración y acción.
Sin embargo, el error principal del libro está en el adhesivo un tanto artificial entre estas dos historias de búsqueda. Es decir, no terminan de fundirse con solidez; y la autora pierde el hilo (sobre todo en la historia de Charles Wiener), añadiendo escenas que resultan puro panfleto y “mensaje” directo. Esto lleva a preguntarse hacia el final ¿Y a dónde van o irían finalmente ambas tramas?, pues tampoco es que se sugiera un final abierto.

“Durante mucho tiempo, de niña y adolescente, quise sentirme más Wiener que Bravo, porque ya intuía que eso me daría más privilegios o menos sufrimientos, pero mis evidentes rasgos físicos, el color marrón que me hace india en España y “color puerta” en Perú, me hicieron una Bravo más. (…) En Lima muchas veces había oído asociar mi color de piel con el color de la caca.
“—Estamos aquí para poner en cuestión el deseo y descolonizar nuestras camas. Trabajemos duro en perder la fascinación por aquello que se nos enseñó como bello.”

“Me acuerdo de mi propia abuela Victoria, que era andina y bien racista, se rechazaba a sí misma como tantos cholos, ocultaba su origen andino porque andino quería decir pobre y explotado, no quería ser como su mamá Josefina. Para no ser discriminado allí hay que pasarse al otro bando, hay que convertirse en discriminador. Hablaba de los cholos con desprecio y aunque no limpió casas ajenas fue obrera y pobre y luchó por dejar de serlo.”

Aquí lo cuestionable es que cierta literatura actual parece estar abocada en recoger y volver a ese tono y forma un tanto demagógica que Vargas Llosa criticaba en las novelas de Sartre, por ejemplo, lo cual no significaba criticar sus ideas. Es visible que la confrontación entre fuerzas progresistas y conservadoras está con el fuego en el último tramo de la mecha, pero es también notorio que lo “políticamente correcto” está tejiendo su conducto en textos que exponen sus ideas con recursos y formas más de columna de opinión. Hace unos días, la escritora argentina Ariana Harwicz, citaba:

“La traductora de La débil mental me pide poner comillas cuando el personaje se dice a sí misma, retrasada mental. Dice que en su idioma es ofensivo, en el mío también, le digo. Por eso propongo cubrirnos con comillas. Eso equivaldría a usar prótesis morales o comillas policíacas.”
En fin. Posturas y dialéctica de las nuevas modas literarias.

Ficha técnica:
“Huaco Retrato”, de Gabriela Wiener
Editorial: Random House
170 páginas
Tapa rústica


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