Por: Aarón Alva
Se recurra o no a elementos reales al escribir una novela de tinte histórico político, puede correrse el peligro estético de una intromisión tan marcada del autor, que incinere su propia obra mediante un obstinado rol panfletario. No hace mucho hemos comentado por aquí novelas que hunden sus nervios en aquella misión un tanto extremista, o en el caprichoso infantilismo de la compasión, quizá con el fin de montar trineos publicitarios. Sin embargo, cuando ocurre lo contrario y la obra re apertura la complejidad de personajes y/o hechos históricos reales, se configura y celebra una posible nueva versión a causa del punto de vista creado por la ficción y sus dimensiones. Por supuesto, esto será posible si es que la obra escala al refugio de las buenas obras, cosa que sí consigue El camarada Jorge y el Dragón, la última novela de Rafael Dummet, quien había izado una valla muy alta luego de su célebre obra El espía del Inca.
A través de la infancia y primera juventud de Eudocio Ravines, truculento y discutible personaje de la política peruana, Dummet edifica personajes con la solidez y profundidad de un autor bien ubicado en su posición de artista creador, sin caer en ningún momento en favoritismos ni mofas de ningún color político, sino hurgando en psicologías construidas sobre otras psicologías, todas en un escenario de tensión política y territorial.
La novela abre con los últimos años de Ravines en México. En una excursión urbana desde el trabajo hacia casa, vemos cómo los accesos de paranoia por persecución definen su hechura compleja, junto a los pasillos religiosos que abundan en su interior.
“La buena noticia: se han diluido por fin los ojos clavados a su espalda, ha logrado despistar a su perseguidor. La mala: él también ha sido engullido por su propio laberinto.”
La escena concluye con Ravines envuelto en una lid verbal acerca de las responsabilidades culposas en la masacre de Tlatelolco, lo cual, por ese curioso misterio cíclico de la historia, nos recuerda a los encontronazos entre policía y civiles a inicios de año en nuestro país. A partir del segundo capítulo se da el retorno a la infancia de Ravines, en una Cajamarca atribulada por problemas de hacienda y territorios y por el huracán político que marchitó la economía en casa del joven Eudocio. La confrontación entre la niñez y el descubrimiento un tanto forzoso del mundo adulto recubre el capítulo con un aura semejante a ciertos personajes y ambientación rural de Flannery O´connor, sobre todo por ese embiste psicológico entre la lucha del bien y el mal representado en la castidad y el tobogán hacia la adultez lujuriosa. Es a partir de la partida del padre de Ravines en busca de trabajo, que aparece toda la gama de actores muy bien construido por Dummet, en que destacan Belisario Ravines, prefecto de Cajamarca y tío del protagonista, su primo Segundo, quien es hijo fuera del matrimonio del prefecto, a quien Eudocio tendrá la misión de “desindiar” (reducir su condición y maneras de “indio”) por pedido de su tío; Eleodoro Benel, terrateniente con lazos y contratos en el estado, el mismo que se verá; y la tía Adela, hermana de Belisario Ravines. El desarrollo y avance de todos ellos tendrá como punto de encuentro otra de las masacres más conocidas en la historia peruana, la de Llaucán, hacienda de la provincia de Chota, que cayó en manos de Benel mediante una subasta. La razón del conflicto, el alto precio que este cobraba a sus arrendatarios por las parcelas de tierra.
Uno de los hilos conductores mejor logrados de la obra es la presencia de lo religioso como piloto de la percepción terrenal de Ravines. A través de lecturas que el joven Chito (apodo por el que lo llaman sus familiares) encuentra principalmente en casa de su tío Belisario, se forja en él una colisión espiritual cuyo puerto final será el polémico ensayo Vida de Jesús, del Francés Ernest Renan. Aquel texto, publicado en 1863, remeció la acérrima postura creyente de entonces al humanizar a Cristo, tanto en su poder divino como aspectos que engarcen envidia, celos, lujuria, sexo, etc. Justamente, el tema sexual es otro tema generador de conflicto por flotar entre la castidad y el secreto “pecaminoso”, incluso entre la sangre familiar. Además de aquello, son muchos los temas tratados en la novela con gran acierto, como la corrupción, racismo, clasismo, identidad, el llamado “problema del indio”, todos, como dijimos al inicio, sin caer en el panfleto o propaganda.
El lenguaje de la novela es medido y correcto, sin caer en lo puramente funcional, pero sin sobrecarga de figuras literarias, lo que agiliza la lectura. Existe una que otra palabra o frases repetida o en desuso como “voz aflautada”, “jijuna”, “mandíbula batiente”, aunque para nada debilitan el gran constructo total.
En resumen, una obra lograda y bienvenida a la producción nacional, que confirma a Dummet como novelista solvente y definido en su propuesta literaria. Libro recomendado.
Ficha técnica:
El camarada Jorge y el Dragón
Autor: Rafael Dummet
Editorial: Alfaguara
265 páginas
Tapa rústica
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