Foto: Lucía Portocarrero /Cuenta Artes |
Por Aarón Alva
Joe es testigo de cómo su madre se enamora de otro hombre, mientras su padre intenta apagar los incendios que rodean la ciudad de Great Falls, Montana. Es así como empieza “Incendios”, novela corta de Richard Ford.
Ante la mirada del adolescente protagonista, somos testigos de cómo una situación de ruptura hogareña arrastra misterio y vacío. Sin embargo, a pesar de la corta edad de Joe, no diría que estamos ante lo que pudiera pensarse como una novela de iniciación, pues ¿quién es capaz de sentirse un experto “iniciado” —valga la redundancia—, cuando se trata de sentimientos? Muchos menos del amor. Con gran maestría, el autor nos conduce por esas fibras emocionales nada sencillas de comprender, y que más parecen responder a actitudes cercanas a la total entrega irrazonada por parte del mundo adulto, que al fin y al cabo es el responsable directo del conflicto en la novela.
“Y, si bien sabía perfectamente lo que era una mentira, ignoraba si existía alguna diferencia cuando quienes mentían eran los adultos. Posiblemente importaba menos en ellos, ya que, en su universo de relaciones, la verdad acababa haciéndose evidente a todo el mundo.”
Nos embarcamos en tantos cambios y ajustas que al final perdemos la noción de las cosas”
“A veces, si consigues mirar las cosas con cierto distanciamiento, no parecen tan malas. A mí me van bien hacerlo. Me alivia”.
Podemos situar a Incendios dentro de la llamada “novela reflexiva”, pues con una historia que podría parecer trillada, el autor descarna de modo sumamente profundo la incertidumbre emocional de la vida a través de la visión de su protagonista adolescente. Un ejemplo de aquel tipo de escritura aplicada en nuestro país, es la novela “Esa casa vacía”, de Marco García Falcón, publicada en 2017.
En cuento a lo narrativo, el tiempo verbal juega un papel fundamental en Incendios. Si bien al principio se expone el preludio histórico en pretérito imperfecto, la gran mayoría del relato está narrado en tiempo real, usando el pretérito perfecto simple, del mismo modo que “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger. Esto no es gratuito, pues sirve para reforzar una de las ideas principales del contenido en cuanto a interpretación: las cosas que nos definen, suceden a veces en un corto período de tiempo que recordamos y profundizamos al detalle , así se trate de dos días o una hora, y que son el derrotero para absolutamente todo lo que vendrá después.
A leerlo.
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